Lola de la Cueva, Montealtoalumni de la promoción 15, decidió embarcarse sin dudarlo en una aventura hacia la frontera de Polonia con Ucrania para poder ayudar a la cantidad de refugiados que llegan sin nada y darles algo de luz a su escapada del horror.
Fue, tan sencillo y complejo a la vez, como: proponérselo, contactar con varias asociaciones, desplegar la generosidad de tiempo y ganas; y quien le ofreció la opción más rápida y confiada fue su billete de salida hacia un camino que le cambiaría su vida y su perspectiva de la humanidad.
En esta época insólita de guerra, hemos podido ver los mayores horrores, pero también actos de generosidad sin precedente por parte de todo el mundo y en concreto de nuestra tierra España.
Quien emprende este camino sabe cómo se empieza y cómo se siente uno al inicio, pero no sabe cómo acaba y cómo transforma su vida al final del trayecto.
- Lola ¿Cómo es que se te ocurrió coger autobús, recorrerte media Europa para llegar a Polonia? ¿Qué fue lo que te impulsó a emprender esta aventura?
Estaba en casa viendo las noticias con mi marido y al ver las imágenes de las colas de mujeres, niños y abuelos esperando para cruzar la frontera y lo que les esperaba al cruzarla, pensé que había que ayudarles como fuese.
Lo que me impulsó a lanzarme fue la cara de las madres y su mirada, me llegaron al corazón.
- Pasasteis por tormentas, nevadas, lluvias torrenciales y muchos contratiempos. ¿Qué supuso para vosotros cada incertidumbre?Cada pequeño problema era para nosotros algo que salvar entre todos, teníamos muy claro que no entraba en nuestros planes darnos la vuelta, esa nunca fue una opción.
Cada día rezábamos el Rosario y eso nos daba mucha paz.
Además de ayuda necesitan cariño, mucho cariño, empatía y protección.
Las refugiadas han estado durante 3 días diciéndonos djakuju (gracias en ucraniano) sin parar.
Te puedo decir que estos días he visto lo peor y lo mejor del ser humano, en ¨zona¨ de guerra te encuentras con personas fantásticas que no les importa no dormir o no comer con tal de ayudar a quién lo necesite, pero también con gente que se aprovecha de la debilidad de los abuelos, mujeres y niños como la trata de blancas y el tráfico de personas. Espantoso y horrible.
Toda la ayuda que llevábamos nosotros en los autobuses y la que llega de manera privada se reparte dónde cada uno decide entre las distintas ONG que están allí. Nuestro cargamento fue a Cáritas, al Centro de Refugiados de Varsovia y un camión entero cruzó la frontera para un orfanato.
Este señor, estaba en su casa, en otro país, cargó su coche y decidió jugarse la vida para ayudar. ¡Sin palabras!
En mi corazón guardo como un tesoro, cada vez que hemos conseguido una sonrisa de alivio, sus abrazos, las fotos de sus casas y de sus seres queridos, sus miradas de agradecimiento, las risas de los niños a veces ajenos a tanta desgracia y por supuesto la amistad que hemos creado con muchas de ellas
Muchas de ellas les habían dicho a sus hijos que se iban de vacaciones…
He tenido su apoyo y cariño desde el principio.
No puedo terminar, sin darles las gracias a mis compañeras (ahora amigas) de viaje, una mujeres extraordinarias, fuertes, trabajadoras y muy buenas. A nuestro policía y a nuestros conductores. ¡Equipazo!
Le doy gracias a Dios sin parar por haber permitido que haya vivido esta experiencia y además, junto a todas ellas. Gracias
Lola, muchísimas gracias por tu testimonio y por acercarnos un poquito a la magnifica labor que se hace con los refugiados que escapan de la guerra.
Desde el colegio y acogiéndonos a la virgen Reina de Montealto, le ponemos en sus brazos a todos los ucranianos, a todas las alumni que ayudáis a cambiar el mundo con un pequeño gran gesto de valentía, a Rusia para que le inspire compasión y a ti, para que este viaje no solo haya sido uno de ida, sino que sea una verdadera revolución en tu vuelta a la normalidad.
Seguro que, de esos autobuses repletos de persona en busca de una nueva vida sin bombas, resuenan este tipo de palabras:
¡Gracias por todo! ¡Gracias por tanto!